La arquitectura es un lenguaje y, como el literario, tiene distintos géneros para expresarse. La extensión de una novela permite ampliar el texto hasta la desmesura; un cuento, en cambio, exige una férrea austeridad. Proust no es lo mismo que Borges. Hay edificios que permiten desarrollar distintos temas; otros en los que es necesario ser concretos. Este último es el caso de Quartier Lacroze, donde optamos por hacer hablar solamente a la sucesión de losas de hormigón y no muchos más. El espacio define las posibilidades del lenguaje.