“El lujo es vulgaridad”, la conocida sentencia de Patricio Rey es una frase que no hubiera disgustado a Schopenhauer. El lujo tiene en la arquitectura muchas manifestaciones, que no se refieren exclusivamente a lo material, sino que es una forma de entender la profesión. En nuestro caso es una búsqueda en favor de la sencillez que nos aleje de lo superfluo. No es una postura crítica, simplemente nos sentimos cómodos en geografías más austeras. “Dijo, y me conquistó”, continúa la canción, y esa es también nuestra secreta esperanza.