De los últimos quince premios Pritzker –el 2025 fue entregado a Lui Jiakun hace pocos días–, casi el 50% han sido otorgados a arquitectos orientales. Quizás la clave que explique esta proporción esté en el concepto de amabilidad, cuyos alcances explora uno de los pensadores más sobresalientes de la actualidad, Byung-Chul Han, como contrapuesto a la idea occidental del poder: “De la amabilidad emana un movimiento distinto que del poder. Al poder en cuanto tal le falta la apertura para la alteridad”. La premiada arquitectura de Oriente es en general fiel a esta idea y sus edificios son elocuentes al respecto.
50 casas que proponen un equilibrio entre el edificio y la vivienda particular, buscando las ventajas de ambas tipologías. La comodidad de un conjunto con servicios y el sentido de pertenencia de una casa propia. Un proyecto que apunta a establecer un modo de vida distinto y a convertirse en marca.
Urbano de características suburbanas, un anillo que ocupa casi la totalidad de la manzana, encerrando un espacio interior que se propone como el corazón verde del conjunto. El proyecto busca potenciar las situaciones particulares del emplazamiento con especial atención al paisaje interior del jardín.
Dos torres de altura media conectadas por su basamento social, en el cual se desarrollan las actividades comerciales, recreativas y de descanso. Los edificios, ejecutados con materiales cálidos, se elevan sobre el paisaje y se emplazan de manera de aprovechar las vistas hacia el entorno.