Todos los fines de año obligan a un repaso, aunque, por su peso específico, no todos los años son iguales. Este que termina fue para nosotros uno de los más significativos, en nuestros casi 40 años de vida. Mudarnos no solamente implicó un cambio de espacio, sino, creemos, provocó una fractura en el discurrir del tiempo. Una apuesta por ampliar nuestros horizontes en el sentido más amplio del término. Recibimos el próximo año con mucha esperanza y, aunque sabemos que el futuro presentará dificultades, estamos confiados en que las superaremos. Y despedimos el 2023 con enorme gratitud, deseándoles a todos los que lo compartieron con nosotros una muy feliz Navidad.
Ante la inminente resolución de la contienda electoral, parece oportuno hacer una reflexión sobre la relación entre la política y nuestra práctica profesional. Ciertamente que la primera incide sobre la segunda y la discusión política está presente en nuestro trabajo diario, a veces apasionadamente. El Estudio es un ámbito plural y heterogéneo, donde conviven distintas visiones sobre el destino de nuestra patria, algunas muy antagónicas. Sin embargo, esto nunca ha sido una causa que socavara nuestro compromiso profesional y menos aún nuestra relación personal. Cada uno, desde su punto de vista, mira el futuro con preocupación, pero también con esperanza y el convencimiento de que la Argentina superará, como tantas otras veces en el pasado, la difícil coyuntura. Por nuestra parte seguiremos, Dios mediante, tratando de crecer y de seguir buscando respuestas mejores a los problemas que nuestra disciplina nos plantea.
La historia del Estudio puede ser contada también desde sus sedes. Una primera etapa nómade, ocupando distintas unidades de un edificio que obligaba a mudanzas intempestivas. Una segunda alquilando departamentos residenciales, para finalmente llegar a una verdadera oficina: el Chacofi ll. La crisis del 2001 nos hizo replegar a un estrecho loft en el Palacio Alcorta y, superada esa coyuntura, pasamos a nuestra ubicación actual, en Palermo, y por primera vez como propietarios, en un edificio de nuestra autoría. Ahora emprendemos lo que, al menos para los socios actuales, seguramente será nuestro último viaje, a Distrito Quartier, en Retiro. A pesar de los años recorridos, es grato comprobar que el entusiasmo permanece intacto. Ojalá Dios nos acompañe también en esta nueva etapa.
Así llamamos internamente a los encuentros que hacemos cada dos semanas en el Estudio. El nombre es algo impertinente, pues recuerda a aquella otra, de la década del 80, pero nuestro objetivo es mucho más modesto. Se trata de compartir, analizar y criticar nuestro trabajo. También buscamos crear una suerte de fidelización, sobre todo entre los más jóvenes, con la intención de que nuestra estructura sea siempre más horizontal. Esperamos que todos desde su lugar se sientan parte de los proyectos del Estudio, procurando evitar la excesiva “tabicación” del quehacer diario. El tiempo dirá si alcanzamos el objetivo, pero mientras tanto disfrutamos el viaje.
Hace algunas semanas concurrimos todos los socios del Estudio a la charla que dio, en el auditorio de Distrito Quartier, el diseñador Guilherme Wentz. Quizás lo más interesante de su brillante exposición fue la íntima conexión entre sus ideas y sus proyectos. Un tipo de diseño que podríamos definir de espesor existencial. Pero la coherencia no sería nada sin la creatividad y el talento, necesarios para traducir esa coherencia en piezas de gran belleza. En distintas escalas, todos los que proyectamos hacemos frente a problemas similares, y da gusto ver a alguien capaz de afrontarlos con el rigor y la eficacia de este joven diseñador brasileño, nacido en Caxias do Sul. Una verdadera lección, de la que salimos reconfortados y agradecidos.
Las obras residenciales una vez terminadas tienen un acercamiento al público que es paulatino. Para nosotros es un ejercicio de lento desprendimiento. Los edificios se van instalando de a poco en la conciencia del público, los vecinos, los primeros habitantes, sus parientes, los amigos y así sucesivamente. No se inauguran un día, como un edificio público o un shopping. Una experiencia similar a la de estas tipologías, y por eso inusual para nosotros, es la que vivimos este mes con “Experiencia Living” en Distrito Quartier. Más de 40.000 personas visitaron el edificio en un mes. El proyecto fue sometido, y el Estudio con él, a un examen al mismo tiempo exhaustivo e intensivo. Esperamos ambos haber superado la prueba.
Hace ya algunos años que a la decoración se la comenzó a llamar interiorismo. Una palabra que jerarquiza un quehacer y le confiere un espesor, donde resuena lo espiritual. Pero, más allá de las cuestiones lingüísticas, no cabe duda de que con el tiempo el interiorismo se fue configurando como una profesión cercana y al mismo tiempo distinta de la arquitectura. Una reflexión que nace al visitar “Experiencia Living”, donde al menos nosotros como Estudio pudimos experimentar, nunca mejor usado el término, la transformación de los espacios por nosotros proyectados cuando irrumpe el interiorismo. Si la arquitectura es “el arte del espacio interior”, según la clásica definición de Bruno Zevi, cabe preguntarse qué sería para el maestro italiano el interiorismo.
Heidegger sostiene, tomando como ejemplo los templos de Paestum, que una de las funciones de la arquitectura es la de revelar, por oposición, la naturaleza: “La obra hace a la tierra ser una tierra”. Existe hoy en día una tendencia contraria, que consiste en adherir la vegetación a la arquitectura, eliminando toda distancia. Edificios que parecen bosques, y que de estos toman incluso su nombre. Una opción que nosotros, en escala reducida, hemos tomado en algunos edificios y estamos analizando para nuevos proyectos. Si bien los resultados nos han parecido satisfactorios desde el punto de vista estético, subsiste la pregunta sobre si este es un camino deseable para la arquitectura. Y más aún, si lo es para la naturaleza.
Nuestro Estudio nunca tuvo una estructura que facilitara la intervención en concursos. De todas maneras, a lo largo de los años, algunas veces hemos participado en algunos, con suerte dispar, ciertamente cosechando más fracasos que éxitos. Quizás lo mas interesante de un concurso sea la tarea de imaginar un cliente, que en general no expresa de modo enfático sus deseos, como ocurre generalmente en nuestra profesión. Y el mayor peligro consiste en caer en la trampa de pensar que nuestras propuestas coincidirán indefectiblemente con las suyas. Pero durante el proceso hay siempre un momento en que así lo creemos. La falta de oposición es algo parecido a un abismo.
Se nos convocó a colaborar en el armado de los textos para una publicación sobre uno de nuestros proyectos recientes: Belvedere Garden. Poner en palabras la arquitectura es una tarea que siempre aporta un ángulo distinto sobre nuestro trabajo. En este caso se trata de textos concisos, que, si bien debían tener una impronta publicitaria, al elaborarlos quisimos escaparle a lo estrictamente típico de ese lenguaje que hace de los adjetivos su fuerza. Muchas veces el exceso de condimentos hace perder lo sustancioso del sabor. No sabemos si lo logramos, pero, como siempre, el proceso, hecho en compañía del desarrollador, fue enriquecedor. Sobre todo por tratarse de una marca relativamente nueva como Belvedere, que busca definir su perfil para presentarse en sociedad. Resumir en frases breves un proceso tan complejo es una aventura que obliga a la síntesis extrema. Se trata de responder a una pregunta tan vieja como la metafísica: “¿qué es esto?”.