El que se va es un año que se define más por el futuro que por lo pasado. Muchos proyectos permanecen en estado de gestación y esperamos verlos salir a la luz en el año que empieza. Otros llegaron al final y se concretaron en obras entregadas. En nuestro recorrido siempre hubo años de estos, y quizás fueron los de mayor crecimiento. La Navidad no es otra cosa que la espera confiada de lo Nuevo. Ese es el espíritu que queremos compartir con todos los que nos acompañan en el camino.
Franz Beckenbauer, cuando era técnico de Alemania, declaró una vez que la táctica de su equipo la definía durante el transcurso del partido. Es la definición de un perfecto hegeliano. Es útil pensar nuestro trabajo bajo esa mirada estrictamente dialéctica. Las cosas son en la medida en que están sujetas a un proceso de cambio. Hace unos días, la entrada de un nuevo socio internacional en un proyecto hotelero nos obligó a repensarlo radicalmente. Todo trabajo resulta menos arduo si se piensa que nunca está terminado. Los proyectos que no se realizan son los únicos que no sufren cambios, porque, de alguna manera, están muertos.
Ante la pregunta ¿qué es el tiempo?, San Agustín respondía: “Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé” (Conf. 11, 14). Algo así podríamos decir a propósito de la resiliencia, ese nuevo modo elegante de decir algo tan viejo como es soportar la adversidad. Un proyecto debe estar preparado también para eso. Hace más de tres años empezamos a imaginar Quartier Bajo Belgrano. La obra empezó recién un par de semanas atrás, después de sortear innumerables obstáculos. Si nos preguntan qué es la resiliencia quizás no sabríamos definirla, pero para entender su significado nos bastaría revisitar este largo proceso. Tuvo un final feliz, aunque es solamente un comienzo.
En un viejo artículo de Casabella, Vittorio Gregotti sostenía que “la palabra precisión esta toda referida en su significado a la capacidad de medir con exactitud” (Vittorio Gregotti, “Della precisione”, Casabella, n° 573, nov. 1990). Esta reflexión vuelve a nuestra mente mientras se construye Belvedere Garden, realizado en una estructura de acero. Aquí la precisión adquiere una relevancia inédita, y su importancia aparece tempranamente cuando los elementos se construyen en un taller con tolerancias milimétricas, mucho antes que la obra tenga inicio. Esperamos poder alcanzar las resonancias estéticas y filosóficas que a partir del concepto de precisión elabora Gregotti con su singular agudeza. Mientras tanto lidiamos con sus aspectos concretos.
Estuvimos de visita en Asunción, ciudad entrañable que ofrece entre otras cosas la posibilidad de una reflexión sobre la materialidad, en particular la del ladrillo. Paraguay tiene una larga y rica tradición en su utilización de un modo poco convencional. El ladrillo siempre es asociado a la masa, desde los antiguos romanos hasta las proezas de Louis Kahn. En Paraguay, sin embargo, este material, de honestidad inquebrantable, adquiere formas y fines muchas veces impensados y hasta poéticos, poniendo en juego su incansable versatilidad.
La arquitectura es un lenguaje y, como el literario, tiene distintos géneros para expresarse. La extensión de una novela permite ampliar el texto hasta la desmesura; un cuento, en cambio, exige una férrea austeridad. Proust no es lo mismo que Borges. Hay edificios que permiten desarrollar distintos temas; otros en los que es necesario ser concretos. Este último es el caso de Quartier Lacroze, donde optamos por hacer hablar solamente a la sucesión de losas de hormigón y no muchos más. El espacio define las posibilidades del lenguaje.
Que el arte que se incorpora a un edificio guarde una estrecha relación con el lenguaje que este propone, es una intención válida. Una búsqueda que rememora el antiguo anhelo de la fusión de las artes. Este fue el camino que recorrimos con el mural que decora el hall de acceso de Quartier del Bajo. El Estudio y el artista, Bernardo Ezcurra, trabajamos juntos para lograr ese objetivo. Solo queda esperar que quienes en el futuro visiten el edificio aprecien el resultado tanto como nosotros disfrutamos el recorrido.
“Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” es un conocido ensayo de Nietzsche. Su recuerdo surge cuando, cada vez más asiduamente, nos enfrentamos con sustitutos de los materiales naturales. Piedras que no son piedras, madera que no es madera, acero que no es acero. Sustitutos que incluso adquieren a veces la forma de los mismos materiales ya envejecidos. Estamos en el terreno del simulacro. La pregunta por la verdad y la mentira en sentido estético surge inevitable. Si bien intentar una respuesta es particularmente complejo, parece importante que resuene en la conciencia al menos la pregunta.
Es cierto que la arquitectura se nutre largamente de todas las manifestaciones del arte, entre ellas, en modo particular por su preeminencia visual, del cine. Quizás esta relación pocas veces haya alcanzado una simbiosis tan acabada como en Perfects days, el último trabajo de Wim Wenders, tanto sea por su contenido visual, que recorre los proyectos de la iniciativa de “The Tokyo toilet”, como por su espesor ético, que interpela en modo particular nuestra profesión. Su visión resulta ciertamente inspiradora y motiva la reflexión sobre lo que hacemos y más aún sobre cómo deberíamos hacerlo.
“Yo soy yo y mis circunstancias”, la conocida sentencia de Ortega y Gasset tiene su correlato directo en nuestra disciplina: “el proyecto, es el proyecto y sus circunstancias”. Dentro de ellas el sitio es ciertamente una de las más determinantes. Pero el entorno no se limita a un dato físico, sino que puede extenderse hacia algo más abstracto, como puede ser una idiosincrasia nacional. El Estudio, curiosamente se encuentra realizando una importante cantidad de trabajos en el Uruguay, tan próximo y al mismo tiempo tan diferente. Otros tiempos, otras formas, otras maneras para llamar a las mismas cosas. Circunstancias que recibimos como un aprendizaje y que nos enriquecen: “¡Vamo arriba!”.